Ciudad mártir, Chillán, mástil de vida.

Es sabido por todos, que ningún ser humano elige donde nacer, pero si puede decidir la identificación plena con su ciudad, su historia.. es el amor a esa “patria chica” (salvaguardando las distancias que plantea Jaime Eyzaguirre) que es nuestro terruño.

Y es que aunque nos parezca cotidiano, somos privilegiados de nacer en Chillán, la tierra del tesón, de los campos, del poeta, de cantores líricos y populares, de eximias escultoras que con sus manos siguen dando vida a las agotadas tierras del valle central.

Fundada cuatro veces, fuera por levantamientos indígenas o por severos terremotos, Chillán se ha forjado no solo como cuna insigne, sino como un lugar caracterizado por el espíritu inquebrantable de sus habitantes. Llamada antes “La llave del reino” por su importancia en la frontera sur del territorio, en plena guerra de Arauco.

Durante el terrible terremoto del 24 de enero de 1939, conocido por pocos, es la historia del joven Guillermo Díaz, quien con 15 años, hacía guardia, esa noche en la planta eléctrica de la ciudad. Al iniciar el sismo, corrió hacia la plaza de armas, pero al darse cuenta del riesgo de mantener activa la electricidad, corrió subiendo los escalones y tras bajar la manecilla del tablero, el edificio completo se desplomó sobre él, como lo consigna la nobel Gabriela Mistral. (Véase, “una crónica del terremoto: Guillermo Diaz, velador nocturno”) acción que a la postre, evitó una catástrofe mayor, ya que en Chillán solo habían quedado quince casas. (1)

Fue la misma poetiza quien llamó al joven Guillermo “Mástil de vida”, título que se puede aplicar a toda una ciudad, que dicho sea de paso, tiene una deuda con este chillanejo, ilustre por un heroísmo que evitó el incendio de una ciudad ya arruinada. Dice el famoso vals “Bajo los escombros” que escribió Victor Acosta: (que retrata la crudeza del sismo que solo en Chillán mató a más de veinte mil personas)(2).

“Madre de mi vida, me dejaste solo
y no tengo a nadie que vele por mi,
triste en este mundo, huérfano he quedado
llorando mi pena y también por ti”
[…]
Corrí por las calles como enloquecido,
buscando a mi padre sin poderlo hallar
si está muerto o vivo bajo los escombros,
bajo los escombros del que fué Chillán
Esa noche loca que tembló la tierra
huérfano he quedado sin padres ni hogar,
muchas son las madres que lloran sus hijos
en la noche negra que azotó a Chillán”

Ciudad mártir, Chillán, mástil de vida.
Ciudad mártir, Chillán, mástil de vida.

Sin lugar a dudas, el tesón de Chillán no es simple retórica, sino el testimonio de toda una ciudad que a pesar de ser fundada cuatro veces (1580, 1664, 1751 y 1835) tras un levantamiento indígena y dos terremotos, fue capaz de secar sus lágrimas.

Somos hijos de una hermosa tierra, donde “la tierra ya brota hecha pan” como dice el himno de nuestra ciudad. A mi juicio, el nombre de Chillán no solo debe referirse solo a su etimología, sino a lo que ha caracterizado sus distintos periodos, a mi juicio, primero fue “La llave del Reino” luego el “Mástil de vida” y hoy, más firme y pujante es “La silla del sol”.

Lejos de querer ser una reseña de tantas existentes en libros y en internet sobre la historia de nuestra ciudad, la invitación es que nos adentremos en una historia tan prolífica en hechos que se sigue escribiendo en su capítulo 436, gracias al esfuerzo de todos los nacidos en esta tierra, y a quienes la han hecho propia por adopción e identidad.

No hay chillanejo que no sepa del esfuerzo de quienes labran la tierra, retratan los paisajes de nuestro valle haciéndolos poesía, o extraen desde la idiosincrasia de su gente los cantos guitarreados que adornan nuestro folclore.

Esta es la invitación a disfrutar lo bello de Chillán, ver los atardeceres más bellos de todo el valle central desde el paso nivel o en los descampados de Ñuble Alto que nos hacen comprender por qué es la silla del sol, de la música que surge en los voceos de quienes ofrecen sus frutas y verduras en el mercado, de ese recorrido al pasado que nos ofrece Santa Elvira patrimonial, nuestros queridos adultos mayores con sus interminables anécdotas en las canchas de rayuela, en esos clandestinos que nos señalaba Tito Fernández que lo hicieron querer tanto nuestra ciudad, donde se encuentra ese aroma a Portezuelo y el mejor sandwish de pernil a la parrilla, persistente hoy, en otros lugares y con otros nombres. Busquemos nuestra ciudad en cada calle, amémosla, y sintámonos orgulloso de ese espíritu inquebrantable y del testimonio de esa gran cruz monumental, que junto a O’higgins tus hijos juramos, siempre altiva seguirá.

“Adiós Chillán, si volveré será por ti,
Adiós Chillán tierra natal, quiero volver a mi Chillán
Me separé de mi Chillán y conocí la Capital,
Que linda es la gran ciudad,
Pero jamás como Chillán
Lejos de ti, yo viviré pensando en ti
Yo moriré, adiós Chillán”
Adiós Chillán, Tío Lalo Parra

“Me persigue Chillán dice el poeta que camina con la ternura de un niño y el paso a medio andar.
Por todas partes se abren caminos y senderos, cuando en su compañía pasea algún forastero, que escondido entre lunas y estrellas, escucha algún poema cantado a la amistad”
Me persigue Chillán, Sergio Hernández

Ciudad mártir, Chillán, mástil de vida
Ciudad mártir, Chillán, mástil de vida

(1) Los autores difieren en la cantidad de edificios, ya que varios consignan diez o quince. Lo cierto es que la cifra real no superó dicha cantidad, y que entre los edificios que quedaron, encontramos la casa Etchevers (actual Caja de Compensación La Araucana), la Iglesia de San Francisco (que sufrió el desplome de su cúpula central), la Iglesia de los padres carmelitas, la capilla del hospital San Juan de Dios y la casa de tres pisos en calle Constitución 627 y 637, entre las que se mantienen. Véase “Chillán, Las artes y los días” Armando Cartes Montory (ed).

(2) No existe un catastro exacto de la cifra de muertos. Lo cierto es que se cifra entre veinticinco mil y otros en treinta mil la cantidad de fallecidos, la cual es compleja de distinguir entre las cinco provincias que se vieron destruidas y la capital de Ñuble propiamente tal. Aún los datos en cuanto a la población de la ciudad son variables. El sitio “Memoria Chilena” consigna 39.511 habitantes para 1930, mientras que Claudia Espinoza en “Evolución demográfica de la ciudad de Chillán” señala la cifra de 56.974 personas para ese mismo año.

Cristobal Catejo
Cristóbal Catejo – Columnista

Por:

Cristóbal Catejo Chacón.
Estudiante de Pedagogía en Historia y Geografía UBB,
Relator en Tribuna Roja.
Columnista de Chillán Activo y Chillanense.cl

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